domingo, 27 de septiembre de 2015

Los Paraísos Artificiales-

“Para no padecer el horrible fardo del  tiempo que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo, uno debe embriagarse infatigablemente.  Pero, ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que  sea. Pero embriagarse”.
Y en los Paraísos Artificiales, esta preclara visión —luego retomada por Jung— de relacionar la búsqueda que se emprende alterando la conciencia con la religiosidad: “Los vicios del hombre constituyen la prueba de su ansia de infinitud”.
“¡Me he convertido en Dios!”, exclama Baudelaire en el cénit del viaje compartiendo la experiencia fundamental del viaje psicodélico.
“Si se abordara la auténtica transgresión, la divina, no habría viaje de vuelta; el Paraíso de verdad es puro presente, y por lo tanto incompatible con la memoria”.
Charles Baudelaire,

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